miércoles, 4 de marzo de 2015

Granado





30 de octubre de 1952, era jueves.


— "Sepan todos los presentes que, con el auxilio de la divina gracia, quieren contraer matrimonio, según lo manda la santa madre Iglesia y el Concilio de Trento lo dispone, de una parte Doña Teódula Granado nacida aquí en Curiel de Duero y por la otra Don Dionisio Pérez natural de Ventosa del Rio provincia de Salamanca.  Por todo lo cual, si alguno conoce algún canónico impedimento de consanguinidad, afinidad o espiritual parentesco, por el cual este matrimonio no pudiera ser válida o lícitamente contraído, debe manifestarlo en conciencia cuanto antes.”  —. Era el último aviso que daba Don Servando antes de la boda.

Todos los feligreses estaban esperando a que terminara la celebración, para saludar y dar la enhorabuena a los padres y a los novios. A partir de ese momento comenzaba una actividad febril, las mozas del pueblo encabezadas por Elodia, amiga de la infancia de Teo, tenían que preparar las coplas que iban a cantar adaptando las canciones a los nombre de Teo y Dionisio. Había que transformar la casa de Isidro y Natalia pues iría mucha gente y había que preparar el menú de la boda, de la cena y el de la tornaboda.
Todos estaban muy nerviosos en Curiel, a Teo siempre la estaban saludando y dándola besos y abrazos cuando salía a la calle.

— ¿Que estás haciendo? —Preguntó Natalia a su hija Teo.
— ¿Quién yo?
—Sí.
—Un guiso de patatas, con el conejo que cazaron ayer. Quiero que me salga de rechupete como los suyos madre—. Así decía Teo, dando vueltas al guiso. 

Estaban las dos en la cocina de los padres de Teo, Isidro y Natalia, en Curiel del Duero. Eran las visperas de la Boda de Teódula y Dionisio.  Ya habian llegado todos los familiares de Dionisio y los habian repartido para dormir ente la buardilla y la casa de Aniceto hermano de Isidro.

—Oye, dentro de dos días te casas, y te tengo que decirte muchas cosas de los hombres—. Comenzó a decir Natalia a su hija, poniéndose un poco nerviosa.
—Qué cosas tiene madre, ya me las sé—. Contesto Teo un poco ruborizada, sin dejar de darle vueltas al guiso.
—Puede ser, pero tienes que ser prudente, obediente y hacer todo lo que él quiera.
—Todo, ¿todo? y ¿Y usted le ha dejado? —Contesto Teo con un poco de picardía.
—¡Eso no se pregunta a una madre!
—Ah, ¿Cómo fue su boda con padre? ¿Como era su vestido? Contesta rápidamente Teo, para que no se note que esta roja como un tomate.
—Pues fui de negro, antes íbamos de negro, todo de negro. Lo decía, mientras se pasaba las manos por la cintura, pensando que aun llevaba el vestido negro de su boda.
— ¿Y padre?
—Llevaba una camisa blanca, con corbata negra, el traje negro o azul marino muy oscuro no me acuerdo bien, pero estaba muy lustroso.
— ¿En dónde fue?
—En la iglesia de Santa Martín, en la misma que tú. Es preciosa, antes estaba más adornada con velas, era curioso ver al monaguillo encenderlas antes de las misas y luego apagarlas con la campanita.
—¿No tenían lámparas?
—Si hija, las había en la parte alta de la Iglesia pero en el altar eran velas.


—¿Cómo se conocieron ustedes?
—Como siempre, nos conociamos desde pequeños, luego cantábamos o bailábamos en las fiestas del pueblo, y luego de golpe se hizo mi novio. Aún recuerdo el día que vinieron sus padres a la petición de mano y la broma de los quintos. No te lo puedes imaginar, le echaron al pilón que hay en la plaza porque no les quiso invitar.

— ¿Quien fue a su boda?
—Pues todos, los abuelos Gervasio y Gregoria que ya eran muy mayores pero se conservaban bien, y los tíos de tu padre Isidro: María (nació en 1855), Emiliano (nació en 1858), Isabel (nació en 1862) y Escolástica (nació en 1865). También fueron mis hermanos: Inocencia, Eliodora, Julio, Rosa y Vicenta y el hermano de tu padre Aniceto. Y luego los hijos, los nietos, éramos muchísimos y no cabíamos en la casa.
—¿De donde eran los abuelos?
—El abuelo Gervasio había nacido en San Llorente el 19 de junio de 1851 y la abuela Gregoria en 1854, reinando Isabel II.

— ¿Y dónde celebraron su boda, madre?
—Pues aquí en casa, estuvimos tu abuela, tus tías y yo tres días preparando la comida, la cena y la tornaboda.
— ¿Y luego a donde fueron?
— ¡Teo! me estas calentando con tanta pregunta. A los pocos días nos fuimos con los tíos que viven en Valladolid, tardamos un día en llegar. Bajamos en carro hasta Peñafiel y luego desde allí en tren que era de vapor hasta Valladolid parando en todas las estaciones. Era la  famosa  línea Valladolid–Ariza. A la semana ya estábamos en casa. Cuando comenzó la guerra ya estábamos casados y lo pasábamos mal.
— ¿Qué guerra?
—Mira, nos casamos tu padre Isidro y yo el 21 de noviembre de 1914 y unos meses antes había empezado la Gran Guerra. [Primera Guerra Mundial, España se quedó neutral]. Aquí en el pueblo no lo notamos mucho, algunos jóvenes que se alistaban en el ejército, pero si lo notamos en el azúcar, tu padre Isidro tuvo que trabajar muchas horas todos los días en la fábrica de remolacha pues el azúcar se volvió el oro blanco. Fijaros, se me ha quedado grabado por lo que pasó luego, el mes que nos casamos en el año 1914 vendimos 325 kilos de trigo en Peñafiel y nos dieron 90,10 pesetas. Estaban los 100 kilos de trigo a 27 pesetas y algo más y luego cuando lo iban a mandar para Barcelona en tren se lo embargaron para los soldados. ¿Sabéis cuanto ganaba el maestro de Curiel de los Ajos?
— ¿Como que de los Ajos?
—Sí, antes se llamaba Curiel de los Ajos, cambio de a Curiel de Duero sobre 1880 y fue porque los ajos de Curiel eran muy conocidos. ¿Queréis saberlo? Un primo de tu abuelo Gervasio era maestro y ganaba por aquel entonces 1.200 reales.
— ¿Madre en pesetas cuánto es? Nos está mareando con tanto número.
—Pues una peseta eran 4 reales. Pues ganaba 60 duros al mes, ósea 300 pesetas.
— ¿Que tal eran los abuelos Gervasio y Gregoria?
—El abuelo muy bueno, cariñoso y trabajador, pero nos hacía trabajar de sol a sol, le he ayudado en el campo y luego aquí en casa. La abuela era una esclava del abuelo, nunca la vi contradecirle. Pero cuando estábamos con ella era muy gruñona. Era muy buena tejiendo el lino y el cáñamo, su madre tenía en casa unos telares y vendían los paños. Bastantes vecinos se dedicaban al lino aquí en Curiel.
— ¿Siempre hemos vivido aquí?
— ¡No! cuando nos casamos, y hasta que se murieron los abuelos estuvimos viviendo en la plaza de la Constitución, enfrente de la iglesia, seguro que te acuerdas pues ya habíais nacido tú y Feliciano.
—Ya me acuerdo, había que subir por una escalera pequeña y no tenía corral.
—Sí, eran tres peldaños, entonces cuando los abuelos murieron nos vinimos a su casa.
— ¿Es más grande?
—Sí, aunque tiene la cuadra dentro de casa y una salida por la parte de atrás, por el corral, y dos habitaciones para vosotros, pues en la otra estábamos muy apretados. Una despensa en condiciones para guardar la comida y la buhardilla que era como otra casa grande.
—Y su habitación tiene gloria, ¿Cómo funciona?
—Es como un horno debajo de la habitación, eso es lo mejor. En invierno da mucho calor y gastamos poca madera.
—Acabas de una vez
— ¿Quién yo?
—Sí.

 Se oye una voz que pregunta desde la puerta de la calle.
—Hay alguien arriba
—Sí, sube
—Teo, que tal estas, muy nerviosa, decía Eliodora mientras la abrazaba
—Un poco,
— ¿Me enseñas el traje otra vez?
—Si lo viste ayer, está igual
—Sí pero me hace ilusión, —madre me cuida el guiso—
—Vete, anda
—Se fueron las dos muchachas corriendo a la habitación

Aquellos últimos días eran un no parar, los hombres se iban a la cantina de la plaza que era del hermano de Natalia (madre de la novia) después de comer a jugar una partida al domino, los dos consuegros eran muy agradables y en esos días que eran de fiesta había que pasárselo bien. Las consuegras tenían bastante con cocinar, preparar los trajes y colocar las cosas de la casa pues con tanta gente dentro era imposible.
El desván lo había preparado para poder dormir, pues solían subir los trastos viejos. Paco, Feliciano y Dionisio dormían arriba, las chicas y los padres de Dionisio en las habitaciones y los padres de Teo abajo. Aunque Teo era mayor que Rafaela, hacían buenas migas y dos días antes de la boda se escaparon en el macho y se fueron hasta Peñafiel.
Ya desde el día antes, las dos suegras estuvieron preparando la comida para los invitados. Se iban a reunir en el salón del bar del hermano, allí su mujer y varias primas las estaban ayudando.
La noche antes, todos los hijos se fueron juntando en la bodega, Dionisio subió uno de los jamones que había traído para la boda, Feliciano llevo un queso de cabra de Peñafiel y con el vino de la bodega comenzaron la juerga. Poco tardo para que Dionisio se pusiera a cantar, todos los demás le coreaban y aplaudían y al final ayudados por el vino cantaban todos. Estuvieron hasta que comenzó a clarear el día.

-

A nuestra boda fueron los padres de Isidro que son Gervasio y Gregoria y los de Natalia y sus hermanos Inocencia, Eliodora, Julio, Rosa y Vicente y el hermano de Isidro Aniceto.

Cosas que hacíamos antes en las bodas
Cuando se casaron fueron a vivir a la Plaza de la constitución, donde esta el palacio

-madre ha visto usted el palacio por dentro, antes de que quedara en ruinas
-pues claro, se llevaron todo mas o menos cuando tu eras pequeña, vino mucha gente con camiones y carros que los subían hasta la plaza  y otros que los dejaban por la parte del rio. Sacaban mucha madera y piedras. Hablaban entre ellos de forma muy rara pues no los entendíamos. Años más tarde hablando con la maestra nos dijo que eran americanos y que se habían llevado el claustro a su tierra, pagando un buen dinero. Fueron unos meses que venia mucha gente rara y se lo llevaban todo, luego nos dejaron transquilos. El que mas gano fue el Anicetoi, como tenia el bar en la plaza, siempre lo tenia lleno.

-Tengo que decirte algo, dijo isiadoro a Teo
-digame padre
-cuando me case, el dia antes del y como te lo estoy diciendo contigo, mi padre, tu abuelo Gervasio me dio una pergamino y me pidió que se lo diera al ultimo de mis hijos que se casara, como eres tu la ultima te lo daré
-y Feliciano
-Si se casa, tendras que dárselo a el.
Subieron a la buahdilla, detrás de las escaleras, entre varios vigas había una caja, la abrió y saco un pergamino enrollado y una punta de grafito
-mira, aquí hay que escribir el nombre y los hijos que se casan, cuando me muera tendras que dejarlo a tu hijo mas pequeño. Escribe vuestros nombres
-Aquilina y Gervasio ya han escrito?
-Si, lee
Con bastante nervios, desenrrollo el pergamino y se acerco al ventanuco para poder leer



El día de la boda amaneció nuboso pero poco a poco se fue clareando, las dos suegras se levantaron muy temprano para tener todo preparado para la misa, y tuvieron que dar el desayuno a los chavales que venían de la bodega, no sin echarles la bronca por no dormir. Solamente durmieron dos horas, los hombres se fueron ya arreglados al bar, a tomar su último chupito de soltero y las mujeres se pusieron a vestir a Teo. El traje de novia era precioso, blanco, largo y con un poco de cola, con mangas largas y un gran escote por la espalda. Tenía un velo blanco con dibujos.
Llego la hora y en la calle ya estaba el novio, los padres, hermanos, amigos, vecinos y todos los invitados a la boda. Había venido Aquilina esa mañana desde Valladolid con su marido y su primer niño, Gervasio con Flora, bueno estaba toda la familia de ambos.

La bajada a la Iglesia de San Martin fue lenta, primero se adelantó el novio y al rato salió la novia, rodeada de las damas, amigas y familia.

Al llegar Teo con Isidoro a la puerta de la Iglesia sonó la marcha nupcial, las mozas entraban detrás. Entraron por el pasillo central, al final estaba esperando Dionisio con Timotea y el párroco de Curiel Don Servando.
Comenzó la celebración:

—In nómine Patris, et Fílii, et Spíritus Sancti.  Comenzó diciendo Don Servando.
—Amen. Contesto los parroquianos que llenaban la Iglesia.
—Dóminus vobíscum.
—Et cum spíritu tuo.

Continúo la celebración, todos estaban esperando el gran momento.
—Así, pues, ya que queréis contraer santo Matrimonio, unid vuestras manos y manifestad vuestro consentimiento ante Dios y su Iglesia. — Don Servando avanzo hacia ellos y dirigiéndose a Dionisio le pregunta.
— ¿Quieres recibir a Teódula como esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarla y respetarla todos los días de tu vida?
—Sí, quiero. — giro la cabeza y miro a Teo sonriendo minimamente.
— ¿Quieres recibir a Dionisio como esposo, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?
—Sí, quiero. — Y se quedó mirando a Dionisio cruzándose las miradas.
Don Servando, termina diciendo a los ya esposos y a todos los feligreses presentes:
 — El Señor confirme con su bondad este consentimiento vuestro que habéis manifestado ante la Iglesia, y os otorgue su copiosa bendición. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

Continuando la ceremonia, llega el momento de la entrega de los anillos, y todos se quedan esperando a ver quién los tiene, en eso que es Feliciano el que se acerca al sacerdote y se los da.

—El Señor bendiga estos anillos que vais a entregaros uno al otro en señal de amor y fidelidad.
—Amén. — repiten los novios.
Don Servando, entrega el anillo a Dionisio. Este un poco nervioso intenta ponérselo a Teo diciendo. —Teo, recibe esta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti. En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
— Dionisio, recibe esta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti. En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. — Y Teo hace lo mismo.

Ahora te toca el turno a las arras y es la madrina la que se las entrega a Don Servando. Que las bendice y dice:
—Bendice, Señor, estas arras, que Dionisio y Teódula se entregan, y derrama sobre ellos la abundancia de tus bienes.
Dionisio las toma y se las entrega a Teo diciendo: — Teo, recibe estas arras como prenda de la bendición de Dios y signo de los bienes que vamos a compartir.
Ahora Teo toma las arras y se las vuelve a entregar a su esposo diciendo: —Dionisio, recibe estas arras como prenda de la bendición de Dios y signo de los bienes que vamos a compartir.

A partir de este momento ya son marido y mujer. A partir de ese momento todo fue muy rápido, incluso las firmas; primero Teo, luego Dionisio, después los padrinos Timotea e Isidoro y los testigos Natalia y Francisco, Gervasio, Aquilina, Feliciano, Francisco hermano de Dionisio, Rafaela y Tecla.

a la salida, ya marido y mujer recibieron un montón de granos de arroz, tanto Teo como Dionisio estaban contentos y felices y esa misma tarde se fueron a hacia Palencia a comenzar su luna de miel.

Esa noche, estuvieron los amigos y familiares visitando las bodegas de todos los vecinos del pueblo, pues cada uno quería enseñar la suya e invitar a tomar una copas de su vino, pues tenían formas de hacerlo distintas.

La pareja fue a vivir a Madrid, a la calle Narváez.


Valladolid, 24 de abril de 1984.

Estimado don José Luis Durán: Esta mañana no me ha sido posible buscar más datos. He caminado por los libros de matrimonios preferentemente; es más fácil y segura la labor, pues quedan descartados los que mueren de pequeños. Este trabajo me ha supuesto cuatro horas, principalmente porque no aparecía Gervasio, ya que no daban a la madre como nacida en San Llorente, sino en Curiel. Dan como San Llorente a la abuela materna. Y ciertamente ya había cerrado el archivo, y me disponía a venirme para mi casa, y me decidí a buscar en San Llorente –por eso de ser mi pueblo natal—donde apareció y he podido hacer toda la cadena de siete generaciones, sin entrar en el libro 1º de Corrales donde es de esperar que aparezcan más. Esto se lo mando a Vd. a manera de índice, para que Vd. Pueda ya pedir a tiro hecho.

Un saludo
Nota: Para cuanto necesite escriba a:
D. Luis xxxxxxx.xxxxxxxxx




Datos que he encontrado:
En corrales de Duero (Valladolid) de
Bartolomé GRANADO y de Isabel FERNANDEZ
Nació:
Manuel GRANADO Fernández donde casó el 31.5.1724 con
Isabel Mediana Aguado -natural de Valdearcos de la Vega. Valladolid. Libro de matrimonio 2º folio 12.
Y nació:
Isidro GRANADO Medina casó el 4 de octubre de 1756 con
Ana María repiso, del mismo Corrales
Y nació:
Juan GRANADO Repiso casó el 9 de junio de 1792 con
Rosa López del mismo.
Y nació:
Isidro Granado López casó el 17 de mayo de 1820 con
Felipa Diez, del mismo.
Y nació:
Braulio GRANADO Diez, el día 20 de marzo de 1825. Libro de Bautismo 3º folio 15 quien casó en Curiel del Duero, Parroquia San Martin, libro 3º folio 59-60 con Juana Muñoz, nacida en San Llorente y vecina de Curiel, en la parroquia de San Martin, el 21 septiembre de 1850.
Y nació:
Gervasio GRANADO Muñoz en San Llorente, el 19 de junio de 1851. Libro 5º folio 109v.
Y nacieron también –pero en el mismo Curiel- María en 1855; Emiliano, 1858; Isabel, 1862; Escolástica, 1865.
Este: Gervasio GRANADO Muñoz, casó en el referido Curiel con Gregoria Núñez, en la misma parroquia, el 17 de noviembre de 1877.
Y nació:
Isidro GRANADO Núñez, el 6 de mayo de 1888.
(En nota marginal dice: “Contrajo matrimonio el 21 de noviembre de 1914 con Natalia Angulo Hernando, en el mismo Curiel”)

Hasta aquí es la carta del Padre, los demás datos los sabemos:

Isidro se casa con Natalia en la Iglesia de San Martin y tienen seis hijos:
Aquilina GRANADO Angulo (8-7-1917)
Gervasio GRANADO Angulo (16-6-1919)
Teódula GRANADO Angulo (4-10-1921)
Feliciano GRANADO Angulo (28-2-1923)
Asunción GRANADO Angulo fallecida a los once años de meningitis.
Isidoro GRANADO Angulo fallecido a la edad de nueve meses.



1982
El Camino Real de Burgos es una vía pecuaria que comienza en Peñafiel y sigue por Curiel, Corrales, San Llorente y luego se encamina por la provincia de Burgos hacia Villaescusa de Roy a Guzmán. En Curiel esta vía se llama "Cantones".
El Camino Real de Aragón es otra vía pecuaria que bordea el sur del Valle del Cuco, siguiendo el curso del Duero, por Curiel y Bocos.


      Desde lejos se ve el Castillo de Peñafiel, es una de las fortificaciones más bellas del medievo, rodeada por altos muros. Ahora es la sede del Museo del Vino.

      Estamos llegado, giramos a la derecha Un SINCA-1200 de color verde gira a la derecha al llegar a Peñafiel por la carretera de Aranda del Duero, vamos en dirección a Curiel del Duero.
Vamos en el coche, Nos acabamos de casar hace poco y Marisa está embarazada.
Vamos en el SINCA-1200 de los abuelos de color verde.
También podíamos ir con el coche del abuelo, un r5.
      Acabamos de pasar la desviación de Curiel que hay al llegar a Peñafiel, nos desvía a la derecha y pasamos por la fábrica de harina y luego por las escuelas y hay un puente de hierro que cruza el Duero.
      Nos desviamos a la derecha, por una carretera estrecha que solo cabe un coche y es de dos direcciones, pasamos por la fábrica donde estuvo trabajando el padre de Teo y luego Gervasio, Feliciano.
      Más adelante vemos a la izquierda unas tierras y nos dice Dionisio que en ellas bajaba a cazar con la perra, y aun lo hace pues en la parte de atrás lleva la escopeta.
      Llegamos a Curiel, es muy bonito, la carretera serpentea por el pueblo subiendo hasta la plaza del ayuntamiento, donde hay unas ruinas del palacio de xxxxxxxxx, ahora han construido una casa por la parte de atrás y la utiliza el médico.
      Pasamos por delante y a la derecha sale una calle que va subiendo suavemente por la ladera de la colina donde vigila un Castillo en ruinas. En esta calle hay una curva hacia la izquierda y luego a la derecha haciéndose un poco más ancha; y se divide en dos, al inicio de la calle de la izquierda es donde tiene la casa la abuela de Marisa, el frente está de plaqueta marrón y tiene una puerta en dos trozos, el de arriba y el de abajo.
      El frente de la casa no dice lo grande que es por dentro, tiene otro piso encima donde está la habitación, la cocina, el comedor y la despensa y encima tiene la buhardilla.
Nunca lo había visto en una casa pero en el piso bajo tenían la gloria, esto es que debajo del piso había como un horno donde metían lecha y calentaba el suelo del piso. Era la habitación de la abuela. Lleva ya seis años en cama, por un problema de circulación en las piernas. Feliciano, su hijo, cuida de ella.
      Llegamos a media mañana, y después de saludar a la abuela nos vamos con Feliciano a la bodega, a por vino para comer y al mismo tiempo para catar alguno que otro. Nunca había entrado en una bodega privada, escavada a mano, esta bodega me gustaba. Tenía un portón de madera, que no encajaba muy bien, nada más abrirse se veía una amplia estancia, donde había a la izquierda una chimenea para asar carne, a la derecha había xxxxxx para prensar la uva y obtener el mosto, pues el tío lo hacía manualmente. Y en el medio, y hacia abajo en pendiente había un túnel que al encender las luces se veía al fondo y hacia abajo una habitación, pero muy abajo. Según bajabas hacia frio y un olor a vino que se tenía por los huesos. La cueva de abajo era grande pues había bastantes toneles de vino, botellas y herramientas. Una mesita con dos sillas y vasos.
      Siempre que llegábamos abajo nos daba un poco de vino que tenía guardado y que estaba muy rico.
      Después de comer nos sentábamos con la abuela para hablar con ella, y nos preguntaba por todo.
Estábamos solo Teo, Maris y yo pues Dionisio estaba durmiendo la siesta arriba y el tío Feliciano se había ido a Peñafiel.

La harinera “La Pilar” o también llamada “La Gallega” fue movida por las aguas del rió Duero y dataría de 1875. La fabrica costa de varios edificios dispuestos en forma de U y de cinco plantas. Actualmente, esta harinera es la residencia de la tercera edad “ Santiago Apóstol”.

Continuara…

miércoles, 11 de febrero de 2015

Prologo






Cuando uno se hace mayor pensamos que nosotros somos los mejores y los que nos han pasado las aventuras más grandes, maravillosas y peligrosas. Intento con estas cuatro letras sobre la familia novelar la historia de todos nuestros abuelos que desde mi punto de vista es ejemplar por su esfuerzo, tesón y ganas de vivir.

      No voy a escribir una novela de acción, todo lo que escribo es cierto. Tanto las fechas como los pueblos, las bodas, los bautizos y demás pequeñeces. Lo único que cambiado es la forma de decirlo, me he documentado en la historia de cada pueblo para saber qué había sucedido y sus motivos para tomar una u otra decisión. Solamente se lo que paso. Tengo mucha información de cartas, que se han cruzado y sobre todo el testimonio de los abuelos.

      Les doy encarecidamente las gracias a las dos abuelas Teo y Lucy y los abuelos Mario y Dionisio; los he exprimido al máximo, hasta que se han quedado sin aliento. Al abuelo Mario que ya ha fallecido, le debo toda la documentación que había guardado sobre la familia.

      Solamente me voy a intentar novelar a los ascendientes que han fallecido.  El periodo va desde 1724 hasta 1960. Todo está documentado y al final del libro pondré fotografías y documentos que así lo acreditan.

Pérez





Efemérides [Colección Bernardino Sánchez]

Durante los años de la Guerra Civil (1936-1939) las Fuerzas Militares Aéreas, al mando del general Kindelan, instalan en Peñaranda de Bracamonte cuatro almacenes de explosivos localizados en el muelle de la estación de Ferrocarriles del Oeste de España, en el Convento de San Francisco, en “La Poza” y en la ronda de los Lagares.
Varias son las causas que contribuyen al emplazamiento de éstos en Peñaranda. Esta localidad, como toda la provincia de Salamanca, se adhiere desde el principio al Alzamiento Militar iniciado en España el 18 de julio de 1936; es una zona poco conflictiva, alejada de los frentes bélicos, y además próxima a la capital de la provincia, donde se establece el Cuartel General de Franco hasta su traslado a Burgos, a finales de 1937.
Estos factores, tranquilidad y buena comunicación, la convierten en un importante enclave estratégico para el almacenamiento y distribución de material bélico empleado por la aviación en Madrid y en el frente norte. Por otra parte, esta ciudad salmantina ofrece la infraestructura necesaria para cubrir las necesidades de hospedaje y mantenimiento del personal militar encargado de la vigilancia de los explosivos y del aeropuerto, destacando la presencia de miembros de la Legión Cóndor, cuerpo de élite del ejército alemán. En la década de los años treinta, están registradas en el casco urbano de Peñaranda varias fábricas de harina y calzado, siendo la más importante por el número de obreros empleados, en torno a la centena, la Industria del Caucho de Teodoro Jiménez Hernández.
Como cabecera de partido judicial, es también centro de servicios a nivel comarcal (Juzgado de Primera Instancia, cárcel, cuartel de la Guardia Civil, Centro Secundario de Salud...) y mercado semanal, donde se comercializa la producción agropecuaria de la zona al tiempo que se realizan las compras y operaciones bancarias.
Esta fluida actividad se mantiene prácticamente inalterada a lo largo de la Guerra. Pero precisamente cuando ésta ya ha finalizado, Peñaranda vive en un solo día el horror de la destrucción de todo el pueblo.

Los peñarandinos recuerdan lo que sucedió aquel 9 de julio de 1939, algunos lo vivieron, los demás lo han oído una y otra vez.
Era domingo, un domingo extraordinariamente caluroso, la mayoría se preparaba para asistir a misa de doce, en el parque cercano a la estación de ferrocarril se reunían los jóvenes, algunos trabajaban...Poco después de las once, un tren de mercancías procedente de Extremadura, con un vagón de pasajeros, llegaba al muelle de la estación. A las once y veinte, una nube negra cubrió el cielo de Peñaranda. El desconcierto era absoluto, la guerra vivida hizo pensar en un bombardeo, pero pronto se supo que el polvorín más próximo a la estación había explosionado. El estruendo se oyó en los pueblos de alrededor y la columna de humo se veía desde la capital Salamanca, a 39 kilómetros de Peñaranda de Bracamonte.



—Vamos levanta. —Dionisio estaba durmiendo plácidamente y pego un brinco, a padre no se le hacía esperar. —Son casi las tres de la mañana y hay que ir a regar y dar de comer a los animales. Como hoy es jueves tenemos que ir a Peñaranda al mercado.
Dionisio se levanta, se lava los ojos, se peina, se pone los pantalones, la camisa y sale disparado aunque solo hace dos horas que se ha metido a la cama, venia del portalón de Máximo donde se pusieron a cantar y les dio las doce de la noche.
Tiene que preparar el carro, poner al jamelgo las correas y cargar las cajas de verdura, lechugas, tomates, pepinos, patatas, cebollas y las últimas trenzas de ajos, después subirse al carro y esperar a padre.
Francisco, venía con un hatillo donde llevaba pan, queso y una bota de vino para el camino. La primera hora estuvieron en silencio, solo se oían las pisadas del jamelgo por la carretera, habían dejado a la derecha el camino a la cantera donde su amigo Eleuterio estaría durmiendo y a la izquierda el camino hacia Villar de Gallimazo donde estaba la estación. En el cielo salía una luna entre las nubes, no se veía bien.
—Padre, te diste cuenta el otro día que pasaron muchos camiones del ejército hacia Peñaranda.
—Sí, lo vi y me dio mala espina. Ya nos dirán que va a pasar. Los señoritos de la capital siempre están pegándose por tonterías y luego lo pagamos nosotros y nuestros hijos. Por cierto, cuando volvamos esconde bien la mitad de los sacos de trigo que tenemos en el pajar, no me gusta tanto camión.
—No me asuste padre, ¿Qué nos puede pasar?
—Que nos lo vengan a requisar los del Fisco para que puedan comer los soldados. ¿Te parece poco?
—Así por las buenas. —dice Dionisio.
—Y por las malas también.
—Padre, ¿venderemos mucho?
—Casi siempre es lo mismo, sacaremos unos cuantos duros, que nos vendrán bien.
— ¡Padre, como conociste a madre!
—Anda chaval, pregúntaselo a ella, seguro que se acuerda. Le contesto Francisco riéndose y dándole un pescozón.

Estuvieron un rato en silencio, cada uno pensando en sus cosas.

—Era una buena moza, la conocí en una fiesta de Villoría. —Comenzó hablando Francisco.
—En Villoría, donde los tíos. —pregunta Dionisio.
—Sí, no me cortes. Todo comenzó en dos pueblos cercanos, por un lado los padres de tu madre Agustina y Ricardo se conocieron en Zapardiel (Ávila) y tuvieron a Josefa y luego a tu madre Timotea. Por otro lado están mis padres Tecla y José que se conocieron en Villoría como sabes, y me tuvieron a mí y a los tíos: Jerónimo, Víctor, Ángel, Vicente y Eugenia, estamos hablando sobre el año 1.885.
Josefa, tu tía, se casó muy joven y tuvo un hijo llamado Herminio, pero tuvo la mala suerte de enviudar a los pocos años de nacer el niño. A su marido le entraron unas fiebres y se murió, y esto paso antes de que Timotea, tu madre, se casara.
Timotea no salía mucho del pueblo y casi siempre iba con su hermana Josefa. En una fiesta de Villoría conoció a Francisco y se hicieron novios.
En esos paseos que hacían los tres, un día les acompaño Víctor hermano de Francisco y fue donde se conocieron Josefa y Víctor y también se hicieron novios. Luego se casaron dos hermanos con dos hermanas.

Dejaron de hablar pues se acercaban a Peñaranda, pasaban al lado del Convento de las Madres Carmelitas tenían que llegar hasta el mercado por la calle del Carmen, donde estaba el restaurante de “La cabaña” y buscar un buen sitio en la plaza dándose prisa para descargar el carro.

Era tarde, al mediodía comenzaron a recoger las cajas, casi habían vendido todo, les quedaba un manojo de acelgas.
—Hijo, dame esas acelgas, le dijo una señora mayor, que estaba haciendo a última hora la compra.
—Son dos reales, por ser las últimas se las regalo.
—Gracias, que Dios te lo page.

Siempre se acercaban al bar “Las Cabañas” pues allí se acercaba Dionisio por la tarde a cantar. Allí estaba Carmen la hija del posadero que siempre les servía bastantes torreznos con buen vino.

La vuelta fue bastante silenciosa, el animal sabía el camino y ellos estaban cansados. El peligro estaba en los camiones del ejército, pues alcanzaban sus sesenta kilómetros por hora y no se paraban por nada. Iban siempre llenos de soldados.


Nada más subirse al carro, que volvía vacío, comenzaron las preguntas.
-Y como se conocieron ellos

Continuara…
Cuando cazo la nutria, antes o después de casarse.

Siempre le había gustado la caza, pero ese día fue maravilloso, como todos los sábados se levantaba de madrugada, desayuna un tazón de leche con pan que dejaba flotar y le echaba un trozo de manteca. Era un momento tranquilo pues aún no se había levantado nadie, la cocina mantenía el calor y se estaba a gusto. Dionisio bajo para ir por la huerta pero le dio la intuición de acercarse al rio, ese día estaba animado pues los pajarillos cantaban y vio incluso meterse unos conejos en la casa de abajo. Reviso la escopeta, era la de siempre, se conocían desde hace muchos años eran viejos amigos. Cuando salía algún animal, solamente tenía que colocársela y ya por instinto disparaba y casi siempre daba en la pieza, que podía ser una perdiz, codorniz, liebre, conejo y lo que se pusiera a su alcance. Ese día se acercó al río pues oía ruidos que no los hacia el arroyo.
Despacio, muy despacio se fue acercando entre las hierbas con la escopeta preparada. Estuvo un rato escuchando en el remanso que formaba el arroyo, estaba en máxima tensión pues no sabía que podía salir de allí. Estuvo así un tiempo que le pareció una eternidad cuando de repente a la derecha, entre los matojos salió, estaría a unos quince metros. Era enorme, negro y mucho bigote. No se le veía del todo, solo sacaba la cabeza como para saber si podía salir o no. Dionisio ni se movió, mirándolo de lado al principio pensó que era una rata pero luego por los movimientos se dio cuenta de que era una nutria o algo parecido. Comenzó a sudar, no quería perderla pero tenía que esperar su momento. La nutria no se atrevía a salir de su madriguera, olfateaba el aire y algo había que no la convencía, después de mucho esperar se decidió a salir. Cuando saco medio cuerpo se oyeron dos disparos seguidos. Dionisio se quedó mirándola atónito. Era enorme y para no estropearla había intentado darle en la cabeza y lo había conseguido en el segundo disparo. No era fácil pues estaba lejos y entre matorrales. Estuvo esperando aun un buen rato mientras recargaba la escopeta, por si había algún otro ejemplar por allí y estaba ese solo. Al final fue a recobrar su pieza, era una hembra de nutria negra. Tenía la cabeza destrozada y allí mismo se puso a limpiarla y quitarle las tripas. La piel era suave, caliente.